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Afectividad desnaturalizada

22 sept 2024

En nuestra increíble y compleja humanidad hemos sido dotados de grandes habilidades y/o capacidades que componen nuestro ser, entre ellos, lo más adaptativos, preponderantes y bien catalogados: pensamientos, actitudes y emociones.

Cada uno de ellos por separados tienen una función clara y precisa, brindándonos una amalgama de posibilidades a la hora de dar una respuesta ante los desafíos que la vida misma trae consigo cada día. Pues claro, que sencillo es enfrentarse a todas las situaciones cotidianas dotadas de tan provechosas herramientas. Si hay un problema, pondremos todos nuestros pensamientos a disposición del ritmo consciente y equilibrado de nuestro aparato psíquico para brindar la respuesta más practica que nuestro ser consciente permita otorgar.

Por otro lado, pero en la misma primera línea de respuesta la bien valorada Actitud juega un rol preponderante en el cómo abordamos las problemáticas presentes, es nuestro ser en acción el hacer es quien brinda respuesta oportuna, enfrentando con una postura ineludible el desafío incipiente que debemos sortear.

Ahora bien, el más veloz de los tres, quien corre antes de caminar se hace presente, con bombos y platillos, como ella misma, la Emoción; aquella respuesta involuntaria, pocas veces fingida, calibrada a la altura del emisor de esta, brindará una respuesta desproporcionada desde el punto de vista del que observa, pero a la altura oportuna de quien la emite, definitivamente la emoción es la respuesta más honesta del ser sintiente, pero no por eso la más oportuna.

Ahora bien, ¿qué pasaría si la emoción se combina con el pensar y el pensar se equilibra con la actitud? podríamos dar paso una respuesta de orden superior en nuestro aparato psíquico, pues requiere una sinfonía rítmica entre todas las partes, dando paso a la respuesta más potente y compleja de todas: La AFECTIVIDAD.

La afectividad nace de la simbiosis entre la actitud, el pensar y la emoción. En este vals rítmico de compases, ella será más que un paso marcado, o una fluidez entre las partes, más bien representará la armonía compleja de la respuesta empática. Brindando así una respuesta de valor incuantificable puesto que en el mundo de las competencias estamos por defecto destinados a sobrevalorar aquellas actitudes de heroísmo, aquel pensar profundo y sintiente del sabio empoderado o el desborde colérico, iracundo y explosivo de la emoción desbordada y honesta. Pero la afectividad reflejará un obstáculo superior a sortear, puesto que no se posiciona desde el “Yo” sino desde el “Otro”, pues puedo tener actitud de héroe, pensamiento de filósofo y sensibilidad emocional de poeta, pero el ser afectivo no depende del autor, sino de la obra, no depende de cuanto siento, sino de cuanto amo.

Ahora en lo práctico, cada día trae consigo una serie de problemas que requerirían una respuesta oportuna de nuestra parte. Cuando esa respuesta incluye la confrontación con el otro, el Dr. Henry Cloud nos plantea una desafío afectivo y desafiante: Sea duro con el problema y apacible con la persona. Develando a todas luces la respuesta afectiva como eje principal de nuestras decisiones, poniendo en equilibrio el valor del vínculo afectivo con el otro, sopesando nuestra actitud, nuestro pensar y nuestra emoción en el equilibro misericordioso de mirar al otro en virtud de la preservación del vínculo por sobre las diferencias particulares que nos han llevado al problema.

La respuesta afectiva se vincula directamente con la empatía, eludiendo la cobardía. Se debe enfrentar conscientemente el posicionar en la jerarquía primaria el vínculo provechoso entre dos partes por sobre la ganancia personal. Esta respuesta ha sido desnaturalizada debido a lo desafiante del enunciado, pues el ejercicio consciente de posicionar al otro como parte y no contra parte de mí mismo ser no es sencillo y conllevará la entrega plena del egocentrismo (ubicarse en el centro de la situación) para dar una estima superior al otro individuo en virtud de conservar el vínculo mediante el ejercicio consciente de la afectividad.

En conclusión, nuestros mecanismos de respuesta han sido reforzados y automatizados en virtud del valor ponderado que le asignamos deliberadamente al YO en el mundo las competencias individuales, dejando de lado el valor exponencial que conlleva el reforzamiento del vínculo con OTRO y la armonía espiritual en la unión de ambas partes.

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