Dios por delante, el Peugeot por atRÁs

14 jun 2024

Recuerdo que cuando era pequeño mi abuelo vivía justo al frente mío. De manera continua y cautivado por su esplendor, lavaba, hablaba y presumía de su joya: un Peugeot 505 de los años 80 cuidado al detalle hasta las gamuzas. El color del auto era un azul celeste y contaba con todas sus piezas originales. Recuerdo también que el auto portaba banderas en el parabrisas aludiendo al escudo nacional. Todo perfectamente cuidado y en su lugar. Para ser sincero con el lector, no soy un profundo conocedor de vehículos, pero entiendo con certeza que ese auto marcó su época con un gran motor y su llamativo diseño “moderno” para esos años.

Tener ese auto combinaba lujo y hazaña para la ingeniería automotriz.

Pero ya no fabrican más Peugeot 505. A decir verdad, solían ser populares, pero incluso las fábricas han cerrado. Y eventualmente, los únicos modelos que quedaron, son coleccionables por personas que persiguen reliquias del pasado. Los Peugeot no pudieron mantenerse en el tiempo, poco a poco se convirtieron en símbolo de añoranza lejana. No del futuro. Algo para ese entonces pasado, no para ahora.

Hablo de este querido Peugeot 505 porque para cierta cantidad de personas en la actualidad, Dios es parecido a este Peugeot.

Un autor sostiene: “las cosas han cambiado (...) tenemos más información como nunca antes, interactuamos con un rango elevadísimo de diversidad, pensamientos, gente de distintos colores y formas, y el “dios trivial” el único aquel del que mucha gente ha escuchado, parece cada vez más pequeño, estrecho e irrelevante. Y que, en algunos casos, actúa como el malo de la situación”.

Puedo afirmar que, durante este último tiempo, he visto en reiteradas ocasiones que la gente tiene una creciente sensación de que su espiritualidad es vital y misteriosa, fundamental para ellos como personas. Es un deseo profundo que ha despertado en conocer a alguien o algo que va más allá de la razón. Pero al mismo tiempo, las percepciones, conceptos y conocimientos dominantes de Dios que la gente ha ido encontrado a lo largo de la vida no sólo les está fallando, sino que en muchos casos aquellas cosas provocan un daño interno, un quiebre entre lo que deseo conocer de Dios y lo irracional del mundo; concluyen en un Dios castigador, un Dios malévolo, un Dios lejano que los termina alejando. Y esto no es así.

¿Dios se va a quedar atrás, como los Peugeot 505? No lo creo.
Porque creo que hay otras infinitas formas, mejores e incluso nuevas de hablar y entender a Dios (como este espacio de The Heavener). Porque creo que Dios está con nosotros. Y por nosotros.
Y de hecho creo que Dios está más delante que nosotros,
llamándonos,
atrayéndonos,
invitándonos
e impulsándonos a todos, a cada uno de nosotros hacia un futuro mejor de lo que podamos imaginar.

Como un Peugeot nuevo que aún no conocemos.

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