El ladrón del gozo
12 jun 2024
Dicen que es muy humano, que es casi inevitable, eso de compararse. Nombrar lo que nos pasa nos ayuda a que podamos hacer algo con esos sentimientos o mecanismos. He aquí yo, otra vez comparándome, ¿para qué hago esto?
Un viejo dicho dice “el pasto del vecino siempre es más verde”, para referirse a esto de comparar lo que tenemos y sentir que al de al lado le va mejor.
Cuando nos comparamos siempre vemos un recorte de la realidad, y esto es más cierto aún en tiempo de redes sociales. A veces no somos muy conscientes de esto: consumimos mucha información (palabras, imágenes, música) de una forma ingenua y eso termina modelando nuestras expectativas y aspiraciones, inclusive la forma en que nos vemos a nosotros mismos.
Compararse es una fuente enorme de insatisfacción porque no tiene límites. Siempre va a haber alguien haciendo más, o mejor, o más rápido. O viéndose mejor, o teniendo más. Además, nos priva del disfrute de lo propio, de lo que ya tenemos y de lo que podemos llegar a conseguir paso a paso.
Hay una nueva corriente que dice que compararte y por así decirlo “medirte” con otros, sería algo positivo porque te moviliza y sirve para motivarte. En otras palabras, envidiar para avanzar. No estoy de acuerdo.
La envidia puede que sea indicador de qué es lo que deseamos y tal vez no nos animamos a encarar, pero si tu motor es la envidia eso te va a llevar a conductas poco saludables para con vos y con otros y por supuesto te va a llenar de ansiedad. En todo caso, que nuestro motor sea la inspiración o la admiración, y que nos mueva el amor y la valentía.
Podría nombrar muchísimas desventajas que trae compararse, (así sea que saliéramos airosos de tal práctica porque la necesitamos para lidiar con nuestra baja autoestima e inseguridad), pero te quiero compartir cosas muy prácticas que me funcionan:
Cultivar mi jardín:
Cuando dejás de mirar tanto para afuera y empezás a trabajar tu tierra: suceden cosas maravillosas. Lo que tenés entre manos va a florecer, porque lo vas a cuidar, le vas a poner atención y amor. Tus proyectos, tu pareja, tu casa, lo que sea. Y como vas a concentrarte en los ciclos, en las estaciones de tu jardín, vas a poder valorar más los progresos, los cambios más sutiles.
Agradecer y celebrar:
Como una práctica habitual, cada logro pequeño, cada vínculo, cada gesto. Me gusta tomar nota en un cuaderno. Lo propio y también lo ajeno: reconocer lo bueno de otras personas de manera verbal. Expresarles tu alegría con las cosas buenas que le pasan.
Cuidar el corazón:
Es mejor proteger tu corazón que fingir que algo no te afecta, y eso a veces requiere ciertas acciones, por ejemplo, en lo virtual, darle unfollow a cosas que te lleven compulsivamente a la comparación. Con el tiempo, y a medida que vas cultivando y enamorándote de tu jardín, menos vas a necesitar recurrir a medidas así de drásticas.
Cambio de mentalidad:
Cuando nos comparamos tenemos una mentalidad de escasez, debajo subyace la idea de que si alguien más está haciendo o tiene algo que nos interesa, eso agota o reduce nuestras propias posibilidades. Es una creencia limitante que debemos desafiar. El mundo es grande y Dios puede abrir puertas insospechadas a nuestro favor. Le puede ir bien al vecino, y a mi también. Esta forma de mirar nos alienta a ser generosos, a trabajar colaborativamente e inclusive a promover a otros. También nos mantiene humildes para poder recibir de los demás.
“La comparación es el ladrón del gozo” dijo Roosevelt, y el escritor Mark Twain decía “es la muerte de la alegría”.
Que nada nos robe la alegría de traer belleza al mundo y de producir buenos frutos. De disfrutar quienes somos y todo lo que tenemos para dar y recibir.
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