Ir al cine nunca deja de ser un gran entretenimiento. Sobre todo cuando hay películas que tienen cierta popularidad y recomendación de críticos. No sé si era el caso de estas pero vimos dos que están en cartelera: Gladiador II y El tiempo que tenemos. Una de acción y una romántica dramática.

Si nos las viste, tranquilo que no hay spoilers.

GLADIADOR II

x Simon Maldonado Hucke

Pasaron 14 años para que llegara la secuela de aquella obra de arte que nos emocionó con la historia de Máximo Décimo Meridio, un general del ejército traicionado y vendido como esclavo, que terminó siendo el héroe de la arena. Su lucha no solo cautivó al público del coliseo, que pedía sangre como entretenimiento, sino también a los espectadores de todo el mundo. En esta nueva entrega cambian los protagonistas, los villanos y los efectos especiales, pero la esencia se mantiene: gladiadores luchando por sus vidas ante un pueblo eufórico que necesita héroes.

Es cierto que la película descansa sobre los hombros de un gigante: su predecesora, que recibió 48 premios, incluyendo el Óscar a Mejor Película. Por ello, esta secuela tenía la obligación de al menos ser consciente de ese legado. Sin embargo, siento que en varios aspectos no logra estar a la altura. No hay diálogos memorables ni una construcción sólida de la historia que permita conectar emocionalmente con el protagonista. Todo resulta demasiado directo, sin dobles lecturas, y pretende abarcar demasiadas temáticas en su duración sin llegar a profundizar en ninguna de ellas. Incluso introduce un estallido social como trasfondo, pero no lo desarrolla. El protagonista avanza del odio al amor en apenas un par de escenas, y sus emociones no logran convencer ni proyectarse en el espectador. En contraste, el punto más alto de la película es el villano, interpretado magistralmente por Denzel Washington.

Donde sí logra destacar es en la representación de los ideales de patriotismo, honor y libertad, que envuelven este tipo de películas épicas. Aquí el mensaje es directo y claro. En un tiempo donde muchas historias buscan justificar las acciones de héroes y villanos a través de contextos complejos, esta película se desmarca. Hoy en día parece abundar la relatividad moral, donde los valores se adaptan según el punto de vista del personaje. Pero en esta historia, el honor es un valor absoluto, sin matices. No importa cuánto haya sufrido el héroe; su lucha queda relegada al segundo plano, mientras que el honor y el sueño de la libertad son lo único que realmente importan. Estos valores, tan antiguos como los coliseos romanos, siguen resonando profundamente en el corazón del espectador.

Tal vez eso explique por qué, al verla, me identifico con algo que probablemente no soy, pero que deseo ser. Un gladiador de valores inquebrantables, de convicciones firmes y nobleza absoluta, independientemente de mis propias acciones. Quizás mi héroe interior sigue vivo, anhelando alzar esas banderas que un mundo relativista intenta apagar. La película es simple, sí, pero es simple porque debe serlo. Esa simplicidad logra conmover y ensanchar el pecho. En un interior un tanto inerme y desfallecido, aún late un corazón que quiere ser exhibido en el coliseo para demostrar su valía.

WE LIVE IN TIME/EL TIEMPO QUE TENEMOS

xManu Heaven

Bueno, el título ya anticipa que es una película que te puede dejar con un agujero en el pecho y que vas a llorar mínimo 10 veces en menos de dos horas. Te preparas para lo peor, pero como sos alguien que no lo intimida llorar en público vas entregado al dolor de una historia que probablemente nunca te pase.

Esa era al menos mi expectativa, y quizás por eso la elegí, porque mi lado melancólico reflexivo encuentra una especie de deleite en este tipo de películas románticas dramáticas que te hacen sentir un poco más humano sensible.

Mis expectativas eran bastante altas, por un lado porque le tengo cariño a Andrew Garfield y lo considero de mis actores favoritos, y por otro porque A24 nos ha regalado muy buenas producciones en los últimos años (deberíamos hacer un artículo al respecto). Pero bueno, sin ser pesimista, a veces es mejor ir sin tantas idealizaciones y expectativas.

¿Qué me gustó?

La vida sencilla, que el amor se da sobre todo en cosas cotidianas y reales. Que a veces hay felicidad y planes sofisticados pero también pruebas y dificultades inesperadas. Eso nos hace tener que replantear si sabemos amar, si estamos dispuestos y qué implica al final una relación más allá del romanticismo.

La película ronda mucho en la ternura. En lo pequeño que uno puede identificar como punto de amor y conexión hacia otro. También el compañerismo, encontrar a alguien para compartir la vida como un tesoro poco frecuente y de alto valor.

Los actores te llegan, te hacen quererlos, odiarlos de a ratos pero sobre todo conectar con lo que sienten y viven en la película. Siento que en las películas en realidad se ve como es Andrew, o al menos eso me hace creer, y si no fuera cierto, por eso lo tengo en mi top de actores favoritos.

En fin, el amor es al final, para Dios y para nosotros, una elección de una vida de comunión, compromiso y cariño constante. La peli ayuda a verlo un poco más así.

¿Qué no me gustó?

La película cambia mucho de temporalidad. Al principio es un recurso que te sorprende y te hace estar atento pero después de repetirlo varias veces es como cuando estás escuchando canciones lindas pero te las cambian todas antes que terminen. Entonces tu emotividad nunca llega al punto más alto, y te cortan las piernas cuando vas camino a llorar por la historia más tierna q

Por otro lado, no me gustó como termina, pero como prometí no hacer spoilers, no daré detalles. ¿La recomiendo? Tímidamente, no pongo las manos en el fuego, pero al final, es una peli romántica, y tampoco le podemos pedir tanto ¿no? Cumple.

Mi puntaje entonces, siendo bueno y creyendo en el amor, es un subjetivo 7/10.