La fe antigua (parte 2)

29 ago 2024

A comienzos del siglo IV d.c. una herejía llamada arrianismo (por su creador Arrio) se esparció por toda la iglesia. Consistía en la creencia de que Jesús no era eterno como su Padre, sino una creación más. Es decir, que antes de ser creado hubo un tiempo en el que el Hijo no fue, por lo tanto, el Hijo no comparte la misma sustancia que el Padre. En definitiva, negaba la divinidad de Jesucristo.

En el año 325 ocurrió el concilio de Nicea, donde 300 obispos de diferentes ciudades, representando a toda la iglesia, se juntaron para refutar tal herejía, y en respuesta redactaron un credo afirmando la divinidad de Jesús y los aspectos fundamentales de la fe cristiana. 56 años después sucedió otro concilio en constantinopla en el cual completaron el credo ya que había surgido otra herejía negando ahora la divinidad del Espíritu Santo. 

¿Por qué es importante conocer este credo?

Porque es una declaración clara de quién es nuestro Dios, utilizada hasta el día de hoy por protestantes, católicos y ortodoxos por igual. 

Por un lado es una prueba más de que la iglesia es una sola, y por otro lado es, siglo tras siglo, un gran recurso para responder dudas y debates que una y otra vez siguen surgiendo. Cristología, trinidad, escatología, doctrinas, todo esto fue abordado ahí.

Muchos de los conflictos en nuestra fe diaria y práctica, aunque no lo sepamos, nacen de una mala teología, y una mala teología muchas veces se debe a interpretaciones personales de las escrituras, sin tener en cuenta lo que el cuerpo de Cristo ya interpretó en comunión con el Espíritu Santo.

La fe antigua, cristológica y trinitaria es la fe de Jesús que se nos fue dada. 

Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros, los hombres,
y por nuestra salvación bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo, con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia,
que es una, santa, católica (universal) y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.

Amén.


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