Para muchos puede ser controversial juntar estas dos palabras, pero podemos ver como la historia de la iglesia está llena de hombres y mujeres a los cuales se los denomina místicos. 

Usar la palabra misticismo es lo mismo que usar la palabra misterio, ya que ambas derivan de la palabra griega “myein”. Cada vez que en las cartas de Pablo leemos sobre el misterio de Cristo, él está hablando de algo místico. La fe cristiana es mística por sí misma, ya que el fundamento de todo es el misterio de Jesucristo, el Dios humano. 

Ahora, al decir que alguien es místico, hacemos referencia específicamente al misterio relacionado con lo espiritual, con lo divino, con Dios. El místico cristiano es aquel que se maravilla con el misterio de Jesucristo, es cautivado, y desea experimentar esa verdad la mayor cantidad de tiempo posible y lo más profundo que se pueda. Experimentar la unión eterna y perfecta con Dios en el espíritu, en el alma, y aún en el cuerpo, se convierte en su fuente de mayor placer. 

¿Qué diferencia hay entonces con los místicos que no son cristianos y también dedican su vida a tratar de experimentar esa plenitud?

Creo que hay dos diferencias importantes para resaltar.

1- Los místicos con otras creencias buscan la experiencia de unión con Dios, con el universo, o con la verdad, como algo que se debe alcanzar. El fundamento de toda creencia en este mundo es la separación de Dios (aún cuando se profesa lo contrario), por lo tanto el ser humano siempre intenta alcanzar o descifrar a Dios de alguna forma. Esto puede ser religiosamente, o simplemente tratando de encontrarle el sentido a la vida. Por el contrario, aunque en la práctica nos cueste verlo todavía, Jesucristo es la revelación plena de Dios. Emanuel, Dios con nosotros. La plenitud de la Deidad habita corporalmente en ÉL, por lo tanto el místico cristiano no está tratando de alcanzar o encontrar esa verdad. Tampoco intenta ponerle nombre o forma, sino que está respondiendo y aceptando la verdad de que Dios se acercó a nosotros y nos unió a Él en la persona de Jesús, el nombre y el rostro con el cual Dios se reveló a nosotros. Aunque abrir los ojos a la revelación total es un proceso de nuestro lado, Dios ya se reveló por completo. Aunque no podamos entenderlo del todo aún, ese hombre judío que murió, resucitó, ascendió a los cielos y un día volverá, es la imagen del Dios invisible, es el Camino, la Verdad y la Vida.

2- El misticismo no cristiano suele ser el intento de abandonar nuestro plano terrenal para llegar a un plano espiritual, pero el misterio de Jesucristo consiste en que lo invisible se hizo visible, el cielo vino a la tierra. Aunque en la práctica podemos tener muchas experiencias sobrenaturales y extáticas (y disfrutarlas sin culpa), el objetivo no es escapar de la vida tangible, sino aprender a ver que Jesucristo, la Vida, lo llena todo en todo. En el vivimos, nos movemos y somos. La creación es donde Dios decidió habitar, de hecho el fin, es decir la revelación completa y universal, no consistirá en millones de personas escapando al cielo, sino en Jesucristo reinando en la tierra.

Los místicos suelen volcarse a la oración, la meditación y la contemplación, como prácticas para experimentar ese estado de unión con Dios. Comer y beber de Cristo comiendo el pan y bebiendo el vino, o leer las escrituras, pueden volverse encuentros transformadores y reveladores del amor y la gracia de Dios. 

En cierta forma, todo cristiano es un místico. Podemos elegir usar o no la palabra “místico”, no es para nada indispensable, pero como dijo el teólogo alemán Karl Rahner “En los días por delante, serás un místico (alguien que ha experimentado a Dios de verdad) o nada en absoluto.”