El artista es un traductor que, a través de su obra, conduce al espectador hacia el conocimiento y la experiencia que ha vivido. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué estamos traduciendo como artistas? ¿Hacia dónde estamos guiando a las personas con nuestras creaciones?

El pecado ha distorsionado nuestra percepción de la belleza, alejándonos de la visión perfecta de Dios y desviando nuestros anhelos hacia lugares equivocados. Sin embargo, a través de la cruz, Jesús nos reconcilia con el Padre, sanando nuestras almas y restaurando nuestra capacidad de ver con ojos redimidos. En ese siervo que "no tiene forma ni hermosura" descubrimos la verdadera belleza y la fuente de los anhelos del corazón humano.

Estamos llamados a evangelizar los anhelos del corazón, ya que solo la revelación de Cristo puede saciar esos deseos profundos. Como discípulos de Cristo y artistas, somos traductores que guían a otros hacia Él, señalando el camino hacia la sanación, restauración y reflejando en nuestras obras la máxima expresión del amor divino.