Las fotos analógicas tienen su belleza y su sensibilidad. Su mística si es que puede decir así.

Y es que estamos tan acostumbrados a las mil fotos que nos permite el celular, fotos que muchas veces tomamos pero no volvemos a visitar, que pensar en una cámara con disparos limitados le da otro valor. Porque no son disparos aleatorios y que fácilmente pueden terminar en una papelera digital.

Fuera de todo lo técnico y profesional que se puede mencionar alrededor de la fotografía quiero rescatar algunas virtudes para los somos creativos.

Me pasa que cuando veo fotos así pienso en historias, en lo que sucedía al momento que el artista eligió capturar tal momento. Porque si no sabían los rollos pueden traer entre 10 y 36 fotos (dependiendo los mm) entonces a la hora de hacer click hay que pensarlo bien. Tiene que estar pasando algo que valga la pena registrar. Y en ese punto pienso, ¿será que vio algo o que sintió que ameritaba la captura?

También es lindo pensar que hay procesos creativos que todavía requieren esperar. En un mundo donde todo es inmediato y express, las fotos analógicas te piden paciencia y abrazar el misterio, la incertidumbre de no saber exactamente que capturaste hasta el momento del revelado.

La fotografía le hace bien a mi creatividad. Me invita a darme que hay situaciones hermosas sucediendo fuera de mi mundo y me hace feliz que alguien las capture y las comparta para invitarnos a ver el mundo desde su lente.

Sin agregar más, les dejo una colección de nuestra amiga Flor:

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