Maldición de piedra

11 ago 2024

Exactamente a las 3 am el hechizo perdía un poco su efecto y las pocas estatuas que estábamos en la plaza podíamos salir a charlar, sentarnos, sentir el pasto, subir a un árbol, mojarnos con los regadores y parpadear, aunque suene tan insólito. Por unos pocos minutos volvíamos a ser lo que alguna vez fuimos. No sé si es una falla en el encantamiento poder revivir a diario esto o una maldición saborear u olfatear nuestra vida para regresar a una muerte a medias de piedra permanente.

He visto lo mejor y lo peor de una micro sociedad desde mi posición vigilante: paseos de perros, niños jugando, helados en el piso, emocionantes partidos de fútbol con arcos hechos de ropa o cualquier cosa que haga un montoncito que sirva de primer y segundo palo, y partidos de ajedrez honestamente no tan emocionantes. También he presenciado peleas violentas, discusiones a viva voz, celebraciones, tristezas, y lo que más he visto o a lo que más pongo atención es a los romances. Llevo tanto tiempo mirando que he visto romances adolescentes con besos principiantes que al tiempo ya pasean con un bebé. Creo que soy un experto y puedo identificar el nivel de pasión que tienen las parejas solamente por cómo se miran, cómo se toman de la mano o cómo caminan juntos. Todo esto es tema de conversación a las 3 am con la joven estatua de la otra esquina de la plaza. Es una joven, o fue una joven mujer, que representaba a una poeta local importante.
En esos 15 minutos desplegábamos nuestros argumentos románticos y parecía casi como armar una novela capítulo a capítulo con finales alternativos. Terminaban esos minutos y volvíamos a nuestra posición y nuestra carne se petrificaba, pero nuestra conciencia se mantenía.

La noche de ayer cambié la novela por una sencilla pregunta a la joven.

—¿Qué hiciste para merecer esta maldición?

—Abandoné a mi hijo, perseguí a un amor joven a otro continente. Cuando me di cuenta de esta locura, regresé a casa, a mi país, pero mi hijo había enfermado. Nada se pudo hacer; cuando regresé, llevaba dos días muerto. ¿Y tú qué hiciste para recibir la maldición?

—Yo aparentemente no cometí un error tan grave, pero al parecer no amé. Creo que no amé lo suficiente, no quise lo suficiente, no me apasioné por nada, ni me entregué por nadie. Nadie me entregó una sentencia clara de mi maldición, pero al ver a las personas en la plaza, cada vez me convenzo más de que mi error fue ese.

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