Palabras precisas

21 oct 2024

A principios del siglo XX, en filosofía y otras disciplinas, se discutía sobre la efectividad del lenguaje, para usos de la ciencia, la incipiente psicología, la especulación, etc. El arte también se vio inmerso en este asunto, con novelas que hacían del problema de la comunicación el enigma a descifrar de la modernidad.

A principios del siglo XX, en filosofía y otras disciplinas, se discutía sobre la efectividad del lenguaje, para usos de la ciencia, la incipiente psicología, la especulación, etc. El arte también se vio inmerso en este asunto, con novelas que hacían del problema de la comunicación el enigma a descifrar de la modernidad.

Cuando le hablo a alguien, o le escribo, o estoy diciendo algo importante, ¿las palabras que utilizo tienen el mismo significado y relevancia para el otro? Y de todo lo que digo ¿qué tanto pudo entender el otro tal cual lo que quise comunicar? - Estas y otras cuestiones se pensaban no sólo a nivel interpersonal, sino a nivel de comunicaciones masivas, políticas, científicas, y de la precisión de la exposición mediante palabras de un análisis que debe compartirse. Sin tener quizá una familiaridad con estas discusiones teóricas, en el arte podemos ver estas brechas entre personajes, un desolador panorama de fracasos de vínculos y búsquedas, o el extrañamiento de sujetos incluso consigo mismos. ¿Es posible que una conciencia se pueda comunicar con otra de forma efectiva? ¿Qué define esa “efectividad”?

No creo que se trate de una vigilancia minuciosa de cada palabra dicha, ni la urgencia de ampliar nuestro vocabulario, asuntos que no dejan de ser útiles, pero no a modo de un afán, sino creo que para un común uso de nuestra comunicación, al menos lograr algo genuino, honesto y útil para cada situación. Sobre todo cuando se tiene un sentir cristiano evangélico en el que creemos en la posibilidad de redimir situaciones, de que es posible el cambio de actitudes y consecuencias de nuestros hechos, etc., tenemos un cuidado por el comportamiento, y profundamente, por ese ser que somos que se traduce en actitudes, acciones y motivaciones.

Hay algo de ese problema filosófico que no da a basto con el problema cotidiano de la comunicación, y es que a pesar de la precisión de las palabras o el modo en que tratamos de componer nuestras frases e ideas, creo que es un trabajo y consagración de nuestro corazón y del carácter resultante, el que brinda un AMBIENTE en el cual las palabras puedan germinar de forma más precisa sobre nuestras intenciones. Porque ante un fulminante llamado a que «sea el hablar de ustedes: “Sí, sí” o “No, no”», antes que las meras palabras, confiar en que los frutos de un espíritu conectado a su fuente más pura, buena y justa, pueda rodear, albergar y direccionar mejor lo que salga de nuestras bocas y acciones.

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